Bajando de
la Caldera de Taburiente (Isla de la Palma) casi nos chocamos con esta simpática cabra. La empatía animal de mi mujer le sugirio que a este animal le pasaba algo. Nos paramos y efectivamente, con sus balidos nos condujo hacia un cercado que se encontraba cerrado. Al abrirlo se introdujo rápidamente y dejó de balar. En fín, que solo le faltaba hablar.
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